domingo, 20 de febrero de 2011

ORIGEN DEL HOMBRE PRIMITIVO 3

Historia evolutiva de los primates.

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Características de los antropoideos.


Los monos inferiores, los monos antropomorfos y el hombre constituyen un grupo natural, casi con seguridad de descendencia común de alguna población del Eoceno. Aparecen por primera vez como fósiles en el Oligoceno y desde entonces han  experimentado una gran floración; Simpson cataloga 66 géneros en el suborden, de los cuales sólo 30 están extinguidos; es evidente que el grupo ha tenido un gran éxito ecológico y está en expansión. Podría decirse que la característica primordial de los antropoideos es su vivacidad y actividad exploratoria, procedente quizás originariamente de la vida en las copas de los árboles, que precisaba un uso continuo del ojo, del cerebro y de las extremidades. Con ello está asociado el desarrollo de una vida social compleja que no está basada en el olfato, como en la mayoría de los mamíferos, especialmente los curiosos rojos y azules que ostentan en la cabeza y en la parte posterior. Las especies que muestran grandes diferencia de color en el pelaje. La comunicación entre individuos es asegurada por elaborados sistemas de signos vocales y en el músculo platisma se llega a diferenciar en una serie de músculos faciales utilizados para señalar “emociones”.

ORIGEN DEL HOMBRE PRIMITIVO 2


El origen del hombre


El problema del origen del hombre ha sido hasta fines del siglo xix un problema casi exclusivamente teológico. Pero sorprendentemente, este problema ha entrado en una nueva fase, en la fase de la ciencia positiva. La paleontología humana y la prehistoria han descubierto una serie de hechos impresionantes cuyo volumen y calidad han (le considerarse como transcendentales. Porque estos hechos científicos conducen a la idea de que el origen (leí hombre es evolutivo: el phylum humano arranca evolutivamente de otros phyla animales, y dentro del phylum humano, la humanidad ha ido adoptando formas genética y evolutivamente distintas, hasta llegar al hombre actual, único del que hasta ahora se ocuparon la filosofía y la teología. Ciertamente, la evolución humana es un tema que pertenece a la ciencia positiva. Pero planteado por los hechos, no puede menos de afectar a la filosofía y a la teología mismas. Dejando de lado, por el momento, el aspecto teológico de la cuestión, la idea del origen evolutivo de nuestra humanidad, a pesar de ser una idea científica, es. una idea que como otras muchas, se halla en la frontera de la ciencia y de la filosofía; constituyen problemas fronterizos, bifaces. Y en cuanto {147} tales necesitan ser tratados también filosóficamente. ¿Qué significa, qué es, filosóficamente, el origen evolutivo de nuestra humanidad?

I
En el orden somático, morfológico, del animal al hombre hay una estricta evolución. Sus mecanismos, alcance y caracteres podrán ser discutibles y son discutidos. Pero innegablemente existe una evolución morfológica que coloca al hombre en la línea de los primates antropomorfos, concretamente en la bifurcación entre póngidos y homínidos. Los antropomorfos póngidos conducen a los grandes simios: chimpancé, gorila, orangután; gibbon. Los antropomorfos homínidos, partiendo del mismo punto de origen que los póngidos, siguen una línea evolutiva distinta. Los paleontólogos llaman homínidos a todos los antropomorfos que forman parte del phylum al que pertenece el hombre. Los llaman así porque ha habido en este phylum antropomorfos que aún no son humanos, sino infrahumanos (aunque no simios, como lo son los póngidos); estos homínidos no hominizados son los ascendientes somáticos directos del hombre. Como la paleontología no dispone aún de suficiente número de restos fósiles, no puede describir con satisfactoria precisión, ni las formas de proliferación de los homínidos, ni el punto preciso de su hominizacíon.
Pero esta evolución somática innegable deja en pie otro hecho que necesita ser tenido en cuenta e integrarse en la evolución, si hemos de dar razón completa del fenómeno humano: la esencial irreductibilidad de la dimensión intelectiva del hombre a todas sus dimensiones sensitivas animales. El animal, con su mera sensibilidad, reacciona siempre y sólo ante estímulos. Podrán ser y son complejos de estímulos unitariamente configurados, dotados muchas veces de carácter signitivo, entre los cuales el animal lleva a cabo una selección respecto de su sintonía con los estados tónicos que siente. Pero siempre se trata de meros estímulos. A diferencia de esto, el hombre, con su inteligencia, responde a realidades. He propugnado siempre {148} que la inteligencia no es la capacidad del pensamiento abstracto, sino la capacidad que el hombre tiene de aprehender las cosas y de enfrentarse con ellas como realidades. Y entre mero estímulo y realidad hay una diferencia no gradual sino esencial. Lo que impropiamente solemos llamar inteligencia animal es la finura de su capacidad para moverse entre estímulos, de un modo muy vario y rico; pero es siempre en orden a dar una respuesta adecuada a la situación que sus estímulos le plantean; por esto es por lo que no es propiamente inteligencia. El hombre, en cambio, no responde siempre a las cosas como estímulos, sino como realidades. Su riqueza es de un orden esencialmente distinto al de la riqueza del animal. Por esto, su vida transciende de la vida animal, y las líneas evolutivas del animal y del hombre son radicalmente distintas y siguen direcciones divergentes. El animal, por ejemplo, es un ser enclasado, el hombre no lo es. Por razones psico-biológicas, el hombre es el único animal que está abierto a todos los climas del universo, que tolera las dietas más diversas, etc. Pero no es sólo esto. El hombre es el único animal que no está encerrado en un medio específicamente determinado, sino que está constitutivamente abierto al horizonte indefinido del mundo real. Mientras el animal no hace sino resolver situaciones, incluso construyendo pequeños dispositivos, el hombre transciende de su situación actual, y produce artefactos no sólo hechos ad hoc para una situación determinada, sino que, situado en la realidad de las cosas, en lo que éstas son «de suyo», construye artefactos aunque no tenga necesidad de ellos en la situación presente, sino para cuando llegue a tenerla; es que maneja las cosas como realidades. En una palabra, mientras el animal no hace sino «resolver» su vida, el hombre «proyecta» su vida. Por esto su industria no se halla fijada, no es mera repetición, sino que denota una innovación, producto de una invención, de una creación progrediente y progresiva. Precisamente donde los vestigios de utillaje dejan descubrir vestigios de innovación y de creación, la prehistoria los interpreta como características humanas rudimentarias. Seria el caso de la Pebble-culture (cultura de guijarros) de los australopitecos, de los que hablaremos después.
Pero esta irreductibilidad no implica una cesura, una discontinuidad, entre la vida animal y la humana. Todo lo contrario. Si se acepta la distinción entre mera sensibilidad e inteligencia que acabo de proponer, es verdad que el animal reacciona ante meros estímulos, y que el hombre responde a realidades. Pero tanto en su vida individual, como en su desarrollo específico, {149} la primera forma de realidad que el hombre aprehende es la de sus propios estímulos: los aprehende no como meros estímulos, sino como estímulos reales, como realidades estimulantes; tanto, que la primera función de la inteligencia es puramente biológica, consiste en hallar una respuesta adecuada a estímulos reales. El mero hecho de decirlo, nos muestra que, cuanto más descendemos a los comienzos de la vida individual y específica, la distinción entre mero estímulo y estímulo real se va haciendo cada vez más sutil, hasta parecer evanescente. Justamente esto es lo que expresa que no hay cesura entre la vida animal y la propiamente humana. No la hay en la vida individual, es sobradamente claro. Pero tampoco la hay en la escala zoológica. La vida de los primeros seres con vestigios somáticos, y tal vez psíquicos, de humanidad, los australopitecos, se aproxima enormemente a la vida de los demás antropomorfos. Por esto es tan difícil, y a veces imposible, saber si un fósil homínido representa o no un homínido hominizado.

origen del hombre primitivo

Hombre primitivo 
1.1 Origen asiático
Teoría sustentada por antropólogo checo Alex Hrdlicka, quien basándose en la proximidad entre Asia y América, separados por el estrecho de Bering de apenas 92km de ancho, afirmaba que en la última glaciación seguramente se congeló y permitió el paso de hombres primitivos proveniente de las etapas asiáticas. Este teoría se fundamenta en las semejanzas étnicas, culturales y lingüísticas entre los primitivos habitantes de América y los pueblos nororientales asiático. Ver grafico 2
1.2 Origen oceánico
Esta teoría fue presentada y sustentada por el médico y antropólogo francés Paúl Rivet, miembro de la segunda misiónEcuador lo que le permitió realizar importantes investigaciones por varios años. científica francesa. El residió en el
Respaldó la teoría de Hrdlicka, mencionando varios parecidos entre los asiáticos oceánicos y americanos: parecidos físicos (estatura, color bronceado de la piel, ojos oscuros), parecidos culturales (uso de cerbatanas, hamacas, piraguas, rondador, puentes fabricados con bejuco, adornos en nariz, labios y orejas), parecidos lingüístico (semejanzas en la escritura, pronunciación y significado de palabras de los antiguos idiomas oceánicos y americanos).
1.3 Teoría de origen múltiple
Presentada por el antropólogo argentino José Imbelloni, quien sostiene que varios grupos étnicos (mongoloides, esquimales, indonesios, melanesios, australianos, etc.) llegaron al continente en sucesivas migraciones y originaron algunos de los actuales tipos raciales. Se discute que debieron seguir, seguramente fue su ingreso por el estrecho de Bering y de allí hasta el extremo de América del Sur.